La trilogía completa

sábado, 15 de noviembre de 2008

La guerra que vio un niño de 11 años (2a entrega)


Estalla la Guerra

Después de unos días de aquella conversación, una mañana, camino del muelle, advertimos mis primos El Roig, El Moreno, Caragol y yo, una rara actitud en las gentes. Torvas miradas en los vecinos. Inusual trasiego en las calles.
Había unos extraños individuos vestidos con unos inquietantes monos azules que dominaban el ambiente. Su indumentaria hacía pensar que pudiera tratarse de mecánicos, si no fuera porque llevaban una escopeta al hombro y una cartuchera rodeando su torso. Los mecánicos no van armados. Llegamos a pensar si no serían cazadores. Todos iban vestidos de igual forma; daba la impresión de que aquellas personas iban uniformadas. Los cazadores no visten de uniforme. Por sombrero llevaban un gorro militar. Bien visibles, habían escrito con zafios trazos, algunas letras en un lateral del gorro: C.N.T, U.G.T, F.A.I, U.H.P, P.O.U.M, A.I.T...
Un jovenzuelo que pasaba por allí, viendo que andábamos ciertamente despistados nos lo aclaró: eran milicianos, y su función era clara; ellos serían los que arreglarían España. Para eso habían salido a la calle.
Nos quedamos más aturdidos y confundidos que antes. ¿Pero qué había que arreglar? ¿Y para eso hacía falta escopetas? Empezaba a comprender cada vez menos.


El “Mahon”

Los milicianos confluían de todas partes al centro del Grao. Una vez allí, tomaron la dirección del cuartel de la guardia civil.
Al rato, vimos venir de allí unos guardias civiles desarmados que montados a caballo y custodiados por los milicianos, formaban un tétrico desfile.
La mirada de aquellos guardias civiles, perdida, apagada, vencida; su rostro, lívido. Mortalmente silenciosos. Sólo se oía el metálico traqueteo de los cascos de los caballos, que retumbaba en la calle con funestos redobles.
Los milicianos les conducían hacia el puerto. Y los guardias civiles, sin ofrecer resistencia alguna, con feroz mansedumbre, se encaminaban hacia el muelle.
Nosotros nos dejamos llevar por la curiosidad, y seguimos los pasos del enigmático cortejo.
Allí en medio del puerto, a unos diez o doce metros del muelle, había un barco, el Mahon. Estaba amarrado dando la popa al muelle.
Cuando llegaron los guardias civiles, los armados milicianos les hicieron desmontar, y uno a uno los introdujeron en la bodega del barco. La gente susurraba cosas. Pero nosotros, allí de pie, entre la gente, cada vez entendíamos menos.
Algunas frases sueltas de los tácitos comentarios de la gente, nos hicieron saber que aquel barco hacía las funciones de cárcel. ¡Estaban encarcelando a los guardias civiles! ¿Quiénes eran aquellos milicianos?
La Guerra Civil empezaba a sentirse en el Grao de Castellón.

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