La trilogía completa

sábado, 9 de enero de 2010

La guerra que vio un niño de 11 años (16a entrega)

Dibujo de Antonio Trilles

Vida en retaguardia


Pasadas las primeras semanas de la llegada de las tropas franquistas a Castellón, la vida, evidentemente con otros signos, tendió a normalizarse.
Los que nos quedamos en el Grao, que no fuimos demasiados, poco a poco íbamos olvidando el agobiante bombardeo que las tropas de Franco efectuaron sobre Castellón (El ejército republicano, después de la toma de Castellón por las tropas franquistas, apenas llevó a cabo tres o cuatro incursiones aéreas con el fin de bombardear la ciudad).
A cambio, fuimos acostumbrándonos a la vida en retaguardia.
Y es que, el frente se estabilizó entre Burriana y Nules.
Desde el Grao se oían los lamentos de las armas que desgarraban el aire lleno de azahar de la plana castellonense.
Todos los almacenes del Grao estaban ocupados por compañías de soldados. Soldados que se relevaban con regularidad para surtir de efectivos en buenas condiciones, el cercano frente de batalla.
Cuando llegaban del frente los batallones, los niños asistíamos a su paso con cierta curiosidad infantil. Nos llamaban la atención aquellos hombres rotos por el cansancio y el miedo; abundantemente pertrechados todavía, con sus pertinentes armas de combate: correaje, cartuchera repleta de balas, fusil al hombro y, lo que más poderosamente nos conmovía, las bombas de mano que rodeaban la cintura de aquellos hombres que, con caminar exhausto venían al Grao a reposar y recuperar fuerzas.
Al lado de nuestra casa (a estas horas aún compartida con los militares), instalaron un peculiar hospital. Un hospital para la caballería.
Allí traían caballos, y sobre todo, mulos. Maltrechos y heridos.
Los veterinarios los acogían con mimo, casi como si de personas se tratara.
Con diligencia y profesionalidad atendían a aquellos animales heridos por la metralla enemiga.
Recuerdo que, para fortalecerlos en su convalecencia, se les administraban a los aún débiles équidos, suculentas rebanadas de pan mojadas en abundante vino tinto que parecían tener resultados ciertamente contundentes en aquellas bestezuelas.

2 comentarios:

Josefa dijo...

Hola Miguel. Que malas son las guerras y más la nuestra hermanos contra hermanos.Esperemos que no se repita en nuestra tierra aquello.
Gracias por tu comentario en el blog de mis abuelos. Me gustaría que visitaras mi otro blog El blog de Josefa a la vez que dejaras tu seguimiento. Así no se me olvidaría entrar en tus blog.
Un respetuoso saludo.

Josefa dijo...

He leido por segunda vez esta entrada y me ha gustado mucho.
En el blog de josefa y en entradas antiguas con fecha 13 de septiembre 2007 titulado Flaxses en mi memoria. Escribí un post sobre la guerra.
Espero tu visita y seguimiento del blog.
Un cordial saludo.