La trilogía completa

domingo, 28 de septiembre de 2008

La inmigración en el Grao de Castellón

En este primer capítulo de la inmigración en el Grao de Castellón se habla de la naturaleza del Grao y de los inicios del Grao como entidad urbanística. En posteriores posts se irán añadiendo las distintas oleadas inmigratorias que han configurado el actual Grao de Castellón




Extracto del libro "Memorias del Grao de Castellón"

LA INMIGRACIÓN EN EL GRAO DE CASTELLON


Si tuviéramos que buscar un origen o un principio a lo que es hoy el Distrito Marítimo de Castellón tendríamos que situarnos a principios del siglo XIX, recién terminada la Guerra de la Independencia. Allí, en aquellos tiempos decimonónicos es cuando algo comienza a moverse y tomar forma en las fértiles orillas mediterráneas de Castellón.
No quiera esto entenderse como un principio en el sentido literal de la palabra, pues hay constancias históricas de asentamientos humanos desde muy pretéritas épocas.
Desde la Edad Media son continuas las referencias a un conjunto de barracas hechas con troncos del vecino pinar y rematadas con techo de senill que servían como almacén de aperos, y eventualmente como cobijo a los marineros castellonenses.

Pero el comienzo del Grao como entidad urbanística –como apuntábamos al inicio del presente capítulo -, tiene las raíces en unos no demasiado lejanos tiempos. Tiempos que discurrieron entre el cambio atroz que la modernidad impuso en las gentes y lugares, y la vocación marinera de unos hombres y mujeres que decidieron quedarse aquí, haciendo del Grao su casa, y a quienes el Grao de Castellón les ha ofrecido todo: su trabajo y su hogar. Pensemos que en un principio la única razón por la que algunos hombres y mujeres de Castellón decidieron instalarse en el Grao fue la pesca. La pesca como modo de vivir. El comercio llegó más tarde.
De siempre, el castellonense ha sabido de su “escalón” arenoso que había que salvar para llegar al mar, escalón al que se llegaba después de atravesar unos terrenos más bajos que el nivel del mar -los cenagosos y fértiles majales -, escalón que en valenciano es “graó” (de ahí, con el tiempo, las denominaciones de Grao, en castellano y Grau en valenciano).

Pero el “castellonero” era reacio a quedarse en aquella amplia barra arenosa en forma de escalón o, “graó”, que salvaguardaba al marjal de las acometidas del mar. La constante amenaza de la piratería - el último ataque de los cuales data del año 1800 -, hacía que les resultara más seguro a los pescadores de Castellón, efectuar sus pescas, y luego llegarse al plano y consistente centro de Castellón, donde vendía sus capturas y donde tenía su vivienda. A este respecto hemos de recordar que hoy aún perduran resquicios de aquellas épocas. La calle “Pescadores” de Castellón era una calle donde vivían los “castelloneros” que se dedicaban a ir al “escalón”, al “graó” y, desde allí, hacerse a la mar con toscas embarcaciones y primitivos artes de pesca.

Un censo de 1769, según José Sánchez Adell, contabiliza en Castellón 69 pescadores, que viven casi todos en la calle “Pescadores”.
Llegado el siglo diecinueve – de una vez por todas resuelto el problema de la piratería -, hay “castelloneros” que piensan en la posibilidad de permanecer en el “grau”; y levantan allí sus viviendas. Los primeros “graueros” acaban de poner pie en el “Graó de Castellón”. Y a éstos les siguen en pocos años, la totalidad de habitantes de Castellón dedicados a estos marineros menesteres.
En escaso tiempo, aquel escalón o cordón arenoso propio de las tierras valencianas, se va humanizando, se llena de barcas en las playas, de barracas; más tarde de sólidas casas. Parece ya un caserío marítimo.
Un nuevo concepto de pescador había visto la luz: el pescador “grauero”. Aquel que se hace sedentario en el escalón arenoso, en el “graó”. Que hace allí su vida, y que sólo regresa al centro urbano de Castellón en casos de necesidad.

Como dato orientativo citaremos a Javier Tomàs: “...en 1842 el Grao, con su torre defensiva, pertenece al barrio de Santo Tomás de la capital. En esta fecha tiene 55 habitantes, y poco después son ya 120 las barracas y casas habitadas por pescadores...”
En 1845 señala Madoz que el Grao “...va poblándose de pocos años a esta parte de un modo sorprendente...cuenta el día unas 80 casas de mala fábrica y pocas comodidades, y 40 barracas, habitadas la mayor parte por pescadores que surten a los vecinos de Castellón de pescado fresco y abundante...”
Siguiendo a Vicente Ortells Chabrera, advertimos que “...En 1887 se duplicaba el caserío con respecto a 1850. Un total de 195 casas, repartidas a partes iguales entre las de una planta y dos, 22 barracas y algunos almacenes, con 779 personas. El Grau en 1900 ya registra una población de 1.316 habitantes de un total de 29.904 habitantes censados en la ciudad y término de Castelló”.
Según José Sánchez Adell “...al entrar en el siglo XX (concretamente en 1910), cuando la ciudad de Castellón tiene una población de 32.309 habitantes, la del Grao llega a la cifra de 1.816.”

A todo esto, en el Grao no había puerto. Unicamente algún embarcadero, tan frágil como provisional, construido para facilitar el embarque de mercancías, interrumpía la línea arenosa. Una grandiosa y viva playa de arena fina que discurría sin interrupción por delante de las viviendas de pescadores. Por el Norte, entre dunas enormes y algunos atrevidos pinos del cercano pinar, llegaba hasta perderse en los confines de la mirada. Y por el Sur, la playa del “Serrallo” (de la cual hoy sólo queda el recuerdo) que, por aquel entonces, se comunicaba exuberante y lozana con la playa de Almazora sin solución de continuidad.

No fue sino hasta el año 1891 cuando aquel ancestral Grao de Castellón conociera su primera gran transformación: el inicio de la construcción de un primigenio puerto.
Y este hecho lleva consigo una consolidación del embrionario asentamiento castellonense. Y no sólo esto, sino que algunos pescadores de la vecina Almassora vienen al Grao de Castellón con sus familias con la intención de quedarse aquí, a pescar al amparo del naciente puerto que se está construyendo. Esta, aunque de poco volumen podría considerarse como la primera de las inmigraciones del Grao.